PORQUE LAS COSAS NUNCA SON COMO LAS PLANEAS…
El sábado 23 de julio, a las 9 de
la mañana, el grupo compuesto por Jesús Canfrán, Jesús Parrillas, Luis, Mari
Carmen y Carmen salía del albergue camino de una de las cavidades más míticas
de la zona, La Gándara, siendo los primeros del curso en dirigirse hacia su
cueva.
La
mañana se levantó muy despejada, y si las vistas eran preciosas desde el
albergue, no era menos lo que nos esperaba después. Aparcamos al lado de la
carretera en el cruce con el pueblo de Gándara y preparamos todo lo necesario
para ponernos en camino. Cuál fue nuestra sorpresa, cuando al empezar a
ascender por la carretera, vimos un grupo numeroso (de unas doce personas) que
se disponía a buscar la boca de la cueva. Canfrán se dirigió a ellos, y el “we
speak english” hizo que me buscara a mi… No estamos preparados para la
internacionalidad en Cantabria. Tras hablar con ellos vimos que su planning era
parecido al nuestro, así que, viendo que iban a tardar un poco en entrar a la
cueva, decidimos ponernos a buscar para entrar los primeros. Pero… la suerte no
fue de nuestro lado, y en un despiste de nuestro guía, los húngaros nos
adelantaron y accedieron primero.
Cuando encontramos la entrada,
decidimos tomar referencia con respecto a la carretera (para futuras visitas) y
dimos unos minutos para no entrar muy pegados. Al asomarme a la cueva, la
corriente de aire era fría, y me sorprendió muchísimo la intensidad y fuerza
con la que salía… pero las ganas nos podían, y Parri, con el ímpetu que le
caracteriza, decidió entrar en cabeza a ver que se encontraba tras ese agujero…
La
sala nos sorprendió muchísimo… Enorme, una cuesta con mucha inclinación y
piedra suelta y un techo que, los frontales más flojitos no alcanzaban a iluminar.
Algunos no querían ni ver lo que nos esperaba por delante (como podéis ver en
la imagen). Descendimos hasta encontrarnos con el primer pasamanos, que todos
pasamos sin mucha dificultad, eso sí, unos más rápido que otros.
Tras ello, comenzamos a pasar
unas salas igual o más amplias que la anterior: la galería continuaba. La zona
estaba balizada, para preservar al máximo las formaciones y evitar el desgaste.
Llegamos a una zona muy embarrada que abría a otra sala, donde hicimos una
parada para ubicarnos en el mapa antes de llegar al famoso Delator.
A lo largo del camino, contamos
con la suerte de llevar a una Doctora en Geología entre nosotros. Nos paramos a
ver diferentes formaciones, que nos sorprendieron bastante por su buen estado
de conservación y porque, la mayoría, no habíamos visto nada parecido hasta
entonces. Muchas gracias por las explicaciones Mari Carmen!!
Ya
nos habían prevenido del zigzag que nos íbamos a encontrar, y nuestro guía,
amante de los gateros, estaba encantado con ésta que es su zona favorita de la
cueva… Así que, nos tocó doblar el lomo y avanzar, saca arrastras por esta
extensa galería que parecía interminable. Cuando por fin, el Delator se abrió a
una galería más amplia, nos encontramos con que los húngaros, habían realizado
una instalación que, bajo nuestro punto de vista, era un poco precaria, así
que, decidimos hacer una parada a comer mientras ellos terminaban de bajar,
para después instalar nuestra cuerda como habíamos acordado anteriormente.
Como en la vida misma, en las cuevas cada uno también se alimenta como cree… Así que, empezando por los frutos secos y el chocolate, los sándwiches más básicos y bocadillos, hasta llegar a elaborar pasta en su propio envoltorio (ya está to inventao). Al final, nos quedamos un rato largo para comer, así que como los cuerpos ya se estaban enfriando, decidimos que Canfrán empezara a instalar para bajar el pozo que da camino a la Sala del Ángel.
Cuando Canfrán empezó la
instalación, yo no me sentía bien. Tenía el frío metido en el cuerpo y
tiritaba, así que, Parri pasó detrás de él y yo era la siguiente, para no
seguir quedándome fría. Pero, a mitad de instalación tuve que tomar la difícil
decisión de no seguir hacia delante… No me encontraba bien y me daba miedo el
no tener energías para subir el pozo después y arrastrar a mis compañeros a una
mala situación. Así que, tanto Parri, como Luis y Mari Carmen que estaban al
otro lado, me ayudaron a deshacer el tramo de pasamanos que ya había avanzado y
hasta aquí llegó nuestra aventura en la Gándara.
Mari Carmen se quedó con Canfrán
para ayudarle a desinstalar, y Luis y Parri se vinieron conmigo. Sacaron una
manta térmica y me quité la ropa interior que llevaba debajo del mono (calada y
helada, recomiendo no fiarse de la gama baja del decathlon para este tipo de
cavidades). Me pusieron una manta térmica y una vela debajo. Después Luis sacó
una supercerilla que parecía un incendio forestal y aquello ya daba más calor
que el infernillo de mi abuela, así que, poco a poco, fui recuperando la temperatura
(en la imagen de Menina ya me encontraba un poco mejor) y tras hacer un cambio
de mono interior, y gracias a los pedazo de compañeros que tengo preparados
para montar un operativo de socorro en un abrir y cerrar de ojos, pudimos
realizar poco a poco el camino de vuelta (pobrecillos, se tuvieron que repartir
mi saca).
La salida he de decir, que se me
hizo bastante más larga que la entrada, tanto por mi agotamiento físico, como
por las vueltas que le daba a la cabeza… Para tres de nosotros era la primera
visita a Cantabria, y para cuatro, la primera a la Gándara (Canfrán era el
único que había estado más veces allí), así que no es agradable decir a tus
compañeros que se tienen que dar media vuelta cuando habíamos pasado lo más
duro y nos quedaba lo más bonito por ver. Pero me quedo con su compañerismo,
con lo bien que lo asumieron, y con su apoyo desde el minuto cero (aunque en el
fondo rabiasen por dentro… como a mí me hubiera pasado).
Lo que me hubiera gustado que
fuese la crónica de unas vistas espectaculares, bajar pozos, subir pozos y
avanzar al máximo, se queda en un día en el que sé que, con mis compañeros,
iría al fin del mundo (en este caso, más que al fin del mundo, hacia el centro
de la tierra). Así que ahí se queda la Gándara, con su lento avanzar, esperando
a que volvamos a mostrarnos una pequeña proporción de todas las maravillas que
alberga… Al menos la próxima vez, unos cuantos conoceremos ya un buen tramo del
camino.
Hasta la próxima compañeros!!!
Carmen Muñoz
Que pena lo que te pasó, pero como bien dices, la cueva va a seguir ahí por mucho tiempo.
ResponderEliminarLo mejor el compañerismo, fundamental para poder ser espeleólogo.
Por cierto, buena crónica.
Para la próxima un poquito más ahora que tenéis la miel en la boca.
Paco Cuesta
Hiciste lo mejor asumiendo tu situacion... la prudencia es lo primero y mas vale prevenir que lamentar. Ademas, también tu te lo has tomado con mucha filosofía, que es admirable y hasta con humor (la foto es bastante graciosilla). Cuando os apetezca probar otra vez contad conmigo q me encantó la vez q estuve.
ResponderEliminarHas hecho más cueva con tu experiencia que muchos de nosotros... ni te imaginas lo que te "ha entrenado" tu experiencia... la próxima vez te tocará a tí cuidar de alguno de nosotros, ya lo verás... aquí no se trata de llegar al final, sino de compartir la experiencia, y por lo que cuentas, no muchos tenemos esa experiencia... gracias por tu valor y confianza, y adelante, compañera, que nos tienes que llevar lejos aunque no sea muy profundo.
ResponderEliminar