TRAVESÍA SIMA CUESTA DEL CUIVO - MORTERO DE ASTRANA

14 de Septiembre de 2024

Había sido una semana de intensas lluvias. Eso nos tuvo dudando hasta el último momento. Sabíamos, sin embargo, que  pese a los volúmenes caídos el martes y el jueves, el viernes ya no llovería (como luego nos confirmaron - llovió hasta la madrugada del viernes) y que el fin de semana las predicciones auguraban un sol espléndido.

Según pudimos informarnos, estas cavidades tienen un régimen hidrogeológico de carga muy rápida, pero descarga también rápida, por lo que, aunque esperábamos encontrarnos caudales más altos que en otros momentos, pensábamos que sería viable hacer la travesía sin demasiados problemas.

Por si acaso, preparamos algo de material extra e imprimimos algunas otras topos para poder recurrir a un plan B en caso de abortar misión. Además, decidimos echar cuerda vieja para ir cortando y dejarla atrás, sin recuperar, al menos durante las primeras bajadas. De este modo, podríamos regresar si nos daba mala impresión la cantidad de agua.


Finalmente, el día de mi cumple decidimos ponernos en marcha y abordar la travesía planeada. Nos levantamos con calma, para dar más tregua a la meteorología y a la cueva y fuimos primero tranquilamente a examinar que las cuerdas estaban puestas a la salida por Mortero. Después regresamos al coche, preparamos las cosas y nos dirigimos hacia la sima de la Cuesta del Cuivo. De camino pudimos ver la cantidad de agua que había en el sumidero del río Cubieja, que no era poca. Allí, en la boca de la sima, nos pusimos el neopreno los que no habíamos querido sudar de más durante la caminata. Me costó un buen esfuerzo embutirme en mi neopreno nuevo. Eso sí, debo decir que no pasé ni pizca de frío que, para lo que soy yo, ya es mucho decir.

Toño fue instalando y, dejando la cuerda puesta, según lo planeado, fuimos bajando. Al llegar a la base del P13 de la entrada vimos ya agua donde habitualmente no hay. Todo parecía indicar que, efectivamente, el caudal iba a ser algo alto. Sin embargo, pensábamos que no habría puntos demasiado conflictivos. Temíamos en parte al meandro de Falopio y, también, a la confluencia con el río Leolorna, pero habría que valorarlo sobre la marcha.

¡ATENCIÓN! Las cuerdas que dejamos instaladas en fijo durante la primera parte de la sima son viejas y no es una instalación que vaya a tener ningún mantenimiento, por lo que no conviene fiarse. El Club Abismo, por supuesto, no es responsable de ellas. En general, instamos a cualquiera a revisar siempre las cuerdas y anclajes que encontremos a nuestro paso.



Continuamos, pues, de la misma forma, hasta llegar a las primeras marmitas en el meandro del Caramelo. La verdad es que empezamos a mojarnos y a disfrutar como enanos en esta zona, hasta abandonar el curso de agua activo y tomar los primeros baños de barro en el meandro SPA. Como nos gusta mucho hacer el ganso, pasamos un buen rato haciendo fotos divertidas en esta zona de sugerentes piscinas de agua marrón y zonas de "arenas movedizas". Bajamos los pozos pequeñitos que nos encontramos en esta zona dejando también la cuerda puesta y, finalmente, llegamos a una zona donde, tras subir un pequeño resalte a la izquierda llegamos a la sala de la lavadora, donde retomamos el curso del río.


Allí nos bañamos en las pozas para lavarnos el barro y nos hacemos las fotos de rigor antes de meternos por el meandro de Falopio. Si bien no es un meandro especialmente agobiante y estrecho, sí que nos obliga a buscar los pasos que, en cada punto son más fácilmente penetrables, para nuestro cuerpo y para las sacas. Además, se hace largo, pero lo pasamos relativamente bien hasta casi el final, donde una última estrechez, obliga a pasar el meandro por arriba, en oposición, buscando algunos pies y empotrando el cuerpo. Sin embargo, Carmen, la primera en probar y que ha encabezado todo el trayecto por el meandro sin problemas, sufre la inocentada y, no habiendo subido lo suficiente, se encaja en la estrechez, a media altura y sin apoyo bueno para los pies. Esto nos obliga a ingeniar un mecanismo rápido para polear a pulso, utilizando un puente de roca. Nos dejamos las fuerzas allí, pero conseguimos, haciendo equipo sacarla un poco hacia arriba para que pudiera salir. Un pequeño susto y, sobre todo, un poco de agobio. 

Mientras descansa Carmen, trato de forzar el paso por abajo. Normalmente no tengo problema pero es demasiado estrecho y me atoro. Tampoco encuentro apoyo fácil para salir, así que Rafa, que ha pasado por arriba me deja apoyarme en su cabezota con un pie para empujarme hacia afuera. ¡Se nos está complicando salir del meandro y no por el agua! Finalmente pasamos todos por arriba, que es por donde deberíamos haberlo hecho desde un principio. Se pasa "con la gorra", como dice Toño. Para haberlo sabido antes...

En seguida, se abre el espacio y salimos a una zona más cómoda. Hemos perdido 2 horas con toda la tontería, pero impongo algo de cordura y pido comer algo y beber para reponer fuerzas en la sala del Roscón. Ahora continuamos los pozos que terminan en la sala del arco. Algunos bonitos, con su marmita en la base, pero también con su buena cascada. Esto nos obliga a ponernos la capucha del neopreno para que no se nos cuele el agua helada por el pescuezo. Una vez abajo, admiramos el arco y, sin detenernos, continuamos por el cauce del río Cubieja que fluye vivamente pero tampoco presenta ningún problema y es un tramo muy cómodo hasta llegar a la confluencia con el río Leolorna.


Una vez allí tomamos a la derecha. Como ya había hecho la travesía Rubicera-Mortera, este tramo lo conozco. Sé que todavía nos queda un buen rato, teniendo en cuenta las rampas de salida, el caos de la entrada y la subida del Mortero, todo ello unido al cansancio que llevamos. La verdad es que vamos un poco lentos y, entre el primero que sube  y el último, pasa un ratico largo, durante el cual, los que esperan empiezan a pasar bastante frío. Mojados y en Cantabria, ya en estas fechas, se pierde calor muy rápido. Así que nos vamos dando el relevo y algunos van tirando para el coche.

Qué gustazo quitarnos el neopreno y ponernos ropa calentita. Y qué lujo las hamburguesas que se marcó César. Dormimos como bebés y al día siguiente nos reímos un buen rato de las anecdotillas de la expedición.

Como siempre, una gran experiencia por las cuevas y por la compañía. No se me ocurre una forma mejor que esta para celebrar mi cumpleaños. 💚

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