Cueva Fresca

Boca de entrada Cueva Fresca
PARTICIPANTES: César, Irene, Esthela, Rafi y Alberto

FECHA: 13-9-2025

DURACIÓN: 10 h

APROXIMACIÓN: 33 min desde Las Casucas (Asón)


Tras un pequeño y no tan grave madrugón comienza, a las 9:48, con muchas ganas, la aproximación a la boca de Cueva Fresca desde las Casucas, en Asón. Sabíamos que era corta, lo que nos alegraba aún más, pero esa felicidad no duraría mucho... El día se presenta despejado, con una temperatura agradable, 18 grados, para ser exactos, la cual ascendería, rápidamente, unos grados más a lo largo del día. El comienzo de la ruta es suave y agradable, por un ancho camino paralelo al cauce del río Asón. Vestidos con los monos, pronto nos empezaron a entrar los calores. Al cabo de unos minutos llegamos al punto donde nos hemos de desviar del camino: un ancho y verde prao. Todo muy bonito, pero... ahí es cuando nos concienciamos de lo que nos queda, una subida corta, pero lo suficientemente empinada como para cagarnos en todo. Tras atravesar el prao, encontramos el senderito que nos llevará a la boca de la cueva. Es un pequeño camino, entre avellanos y otros árboles, sin mucha pérdida, dado que está muy pisado por, seguramente, muchos otros espeleólogos. Es realmente empinado. Se puede observar cómo algunas zonas de los troncos de los árboles están pulidas por el agarre de otras personas a lo largo del tiempo. 169 m de desnivel, sudados como cerdos, llegamos, 33 minutos después de la salida, a la boca de nuestro objetivo: Cueva Fresca.

Tras ponernos los aparatos y un pequeño avituallamiento nos disponemos a entrar a la cueva, nos sin antes informar al 112. ¿Nuestra sorpresa? Nada de señal móvil, lo que, a priori, no supondría un problema porque, teóricamente, no se necesita cobertura para llamar a emergencias. El caso es que no llegaba señal ni para eso. Anduvimos un rato de arriba abajo en las proximidades de la boca, probando incesantemente a ver si en algún punto el móvil pillaba señal para llamar. Sin suerte, la mitad del equipo decidimos ir bajando para ver si en algún punto podíamos hacer la llamada. Llegamos al prao, una zona abierta, despejada de árboles y alejada de las paredes del cañón. Mismo resultado. Tocó volver al punto de partida, las Casucas, para coger WiFi y así pedir, en nuestro caso, a Sergio, el presi, que llame a emergencias y les informe de nuestra entrada a la cueva... No podíamos creernos que no funcionase ni una llamada a emergencias en todo el valle de Asón...

Una vez solucionado el problema, tocó subir otra vez. Esta vez con todo el equipo puesto. Terrible.

Finalmente, a las 12:18, comienza nuestra entrada a Cueva Fresca. Una boca de morfología triangular, bastante amplia, de la que soplaba una agradable y fresca brisilla.  A unos pocos metros se abre ante nosotros una cúpula de notables dimensiones notables, que da pie al inicio de los laminadores. Durante este paso, el flujo de aire ha de atravesar un paso más estrecho y, por ello, sopla con mayor intensidad hacia fuera de la cavidad. No sin deslomarte un poco, atravesamos fácilmente los laminadores, y, tras una pequeña trepada de unos 2-3 m con ayuda de una cuerda instalada, llegamos a una alta galería que nos daba la bienvenida a las entrañas de la cueva. La cavidad está bien señalizada, con numerosos hitos, catadióptricos y alguna flecha pintada a lo largo de todo el recorrido. Relativamente fácil de seguir, pero eso sí, siempre orientados, con topo en mano, y muy atentos. Mencionar, también, que la cueva está instalada (al menos, el recorrido principal). Aún así, llevamos material, por si acaso.

Siguiendo la galería llegamos al primer pasamanos, que superamos sin dificultades. Solamente comentar el estado de la cuerda de uno de los tramos del pasamanos que, aunque en este caso actuaba más como quitamiedos, la camisa estaba deshilachada dejando a la intemperie el alma de la cuerda. Por lo demás, salvo un poco de óxido en chapas y mosquetones (aspectos que se repetían en el resto de la instalación), parecía estar en condiciones aceptables.


Primer pasamanos

Pasado el pasamanos, sin desviarnos de la galería principal, llegamos a un tramo dominado por el barro, donde algún que otro hundimiento hasta la rodilla y resbalón hubo. Una zona bastante incómoda, donde las botas de agua hubieran sido de agradecer. Continuamos hasta llegar a otro pasamanos, en el Bloque 64, con muchos pies si tienes cierta altura. Rápidamente llegamos a la Fuente de los Macarrones, aunque, no sé, para mi son más espaguetis que otra cosa. Muy chula.

Fuente de los Macarrones

El trayecto principal de la cueva no alberga formaciones espectaculares. Sin embargo, si te vas fijando más detalladamente tiene algún que otro espeleotema curioso desarrollados a partir de una caliza bioclástica masiva en la que no pasan desapercibidos los enormes bioclastos de bivalvos. Es curioso cómo la pasta de esta caliza presenta varias coloraciones a lo largo del recorrido, desde rojos intensos hasta grises azulados, según algunos.

Continuamos recto dejando a mano derecha el paso hacia el cañón de Eboulis, superamos el pasamanos de Tracastín, algo más complejo, que cruza una grieta de 2 m de anchura con una caída muy interesante, y llegamos a la Vira de la Araña. En este punto, Rafi y Esthela instalan una cuerda que da a una galería unos 10-15 m por debajo, por si a la vuelta la tuviésemos que usar. A mano izquierda cae una cuerda de unos 3 m que tenemos que ascender para llegar al pasamanos. Probablemente este sea el de mayor dificultad, con algunos volados, pero, con algo de maña, se supera fácilmente. La altura y elasticidad, desde luego, ayudan.

Vira de la Araña




Cuerda instalada




Pasado este trecho entramos en la amplia y alta galería de la 5ª Avenida para, unos minutos después, llegar a la imponente Sala Rabelais. Una cúpula enorme en la que casi ni a con la máxima potencia de nuestros frontales alcanzábamos a ver sus límites. Impresiona. Por si fuera poco, en uno de los laterales se encuentra, probablemente, el espeleotema más grande de este sistema cavernoso: una estalagmita grisácea gigantesca. Tristemente, ya que no era nuestro objetivo principal y dada la limitación de tiempo, no pudimos acercarnos más, pero merece mucho la pena.

Rostros Tenebrosos a la entrada del
 Cañón Rojo
Tras andar sobre un caos de bloques a través de esta espléndida sala, observamos la entrada que va hacia el Cañón Rojo, aguardada en su pared frontal más alta por unas coloraciones en la roca que simulaban rostros tenebrosos que te seguían con la mirada. Aquí nos desviamos del Cañón Rojo hacia la derecha (importante estar atento si sigues nuestra misma ruta, ya que fácilmente continuarías por la cómoda galería del cañón) y nos introducimos en la Diaclasa de los Parisinos. En este tramo desaparecen por completo las grandes y amplias cavidades que acostumbrábamos, para adentrarnos en pasos mucho más estrechos y liosos, con numerosas pequeñas galerías con las que confundirse fácilmente. En este punto nos llegamos a liar un pelín, pero enseguida nos reorientamos y continuamos nuestro camino. Estando bien orientado y siguiendo hitos y catadióptricos no debería haber excesivo problema.



Dejando al lado un profundo y vertiginoso pozo de 70 m llegamos a la Zona Gaterosa. Para ello hay que destrepar un repecho de unos 6 m de caída cuya primera impresión puede echarte para atrás. Sin embargo, una vez te pones a ello, haciendo un poco de “parkour”, se supera de forma más o menos sencilla. Parece más de lo que es. Tras esto llegamos a una estrecha diaclasa la cual hay que pasar sin saca. Aquí hay que ir de arriba abajo, por donde más fácilmente te resulte pasar, según tamaño de la persona. Es un paso tedioso, sobre todo para los más corpulentos.

Superado el tramo, haciendo unos zig-zags, con cuidado de no equivocarnos de galería y lidiando de forma descendente con un par de pequeños pozos llegamos al que sería casi el fin del trayecto de ida. Un pozo de 15 m fraccionado que baja por una estrechez muy incómoda. La fatiga en este punto ya destacaba. Por ello, la mitad del grupo decidimos esperar, en el fondo de un alto pozo, mientras el resto acababa de estudiar el último tramo. En el último fraccionamiento del pozo en cuestión, la cuerda tenía un nudo porque había un empalme de cuerdas. Por ello decidieron instalar, en este último fraccionamiento, otra cuerda en buenas condiciones y dejarla instalada. Finalmente, el grupo llegó hasta unas marmitas de aguas cristalinas, correspondientes al río subterráneo de Tibia, donde, si querías continuar, necesitarías equipamiento para no calarte entero. Allí había montado otro pasamanos, el cual no pasaron, pero si observaron que estaba en buenas condiciones.

Rápidamente subieron de vuelta, nos reagrupamos y, siguiendo el mismo trayecto que a la ida, pusimos rumbo al exterior. Desinstalamos la cuerda que instalamos en el pozo de la Vira de la Araña y, ágilmente, 10 horas exactas después, a las 22:18, salimos de la cueva.

Irene estudiando


Entrada destacada

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