1 de Febrero de 2014
Integrantes: Marta, Estrella, Israel, Juan Pablo, Jesús
Canfranc, Jorge, Rafa y Jesús.
Partimos de Guadalajara con un tiempo cubierto de nubes y
con una lluvia que empezaba a caer y que no nos dejaría en todo el viaje.
Decidimos vestirnos y preparar el material en el mismo
pueblo de los Rábanos, bajo uno de los tejados que cubre los pilones del pueblo,
refugiándonos así de la persistente lluvia.
Una vez listos, cogemos los coches y nos dirigimos hacia la
cavidad, situada a las orillas del Río Duero. Pasando por encima del Muro del
Embalse de los Rábanos, seguimos la carretera hasta lo alto del monte, donde
aparcamos los coches para molestar lo menos posible a los propietarios de las
fincas colindantes. Desde allí, en menos de diez minutos llegamos a la entrada
de la cavidad.
La entrada de la
cavidad da acceso a una galería que después de unos 150 metros se desfonda en la
llamada Sima del Perro, una de las zonas más bonitas de la Cavidad. Por su lado
izquierdo una gatera permite progresar al mismo nivel por la galería llegando a
la zona del confesionario.
El paseo no ofrece ninguna dificultad y por eso no faltaron
las bromas y el buen rollo de muchos de nosotros. Algunos hasta tuvieron tiempo
de “bailar”.
Tras 450 metros llegamos a una de las dos salidas más
que tiene la cueva, una ventana circular colgada en una de las paredes de las
hoces del Río Duero. Un lugar muy bonito, en el que estuvimos un rato tirando
fotos.
Nos dirigimos hacia la tercera salida pasando por una gatera
que termina en lo alto de una colada a unos 3 metros, en el que instalamos una
cuerda facilitando la bajada. La salida al exterior se encuentra a unos 3 metros de atura, a la que se accede
en oposición por un laminador de unos 4 metros en forma de rampa. Las ganas de
hacer cueva pueden con todos y al final unos más despacio y otros con más
agilidad, pero todos salimos al exterior. Todo
eso ante la atenta mirada de la cámara de Israel, que no para de hacer vídeos.
Otra vez dentro y pasado el resalte de vuelta, nos dirigimos
a la galería Alto Duero. Una galería bonita con bastantes formaciones aunque ya
muy deterioradas, que termina en una gatera con un paso muy estrecho.
Canfranc iba muy motivado y con ganas de forzar ese paso,
sabia por lo que le habían dicho y por lo que le estábamos comentando Jesús y
yo, que el paso era complicado, pero él quería intentarlo.
Empieza con ello, se arrastra y tras dos metros se le oye
más forzado, pero sin mucho más lo pasa. Jesús y yo que en su día lo pasamos,
nos sorprendió que pasara tan fácilmente, ya que el paso nos exigía a nosotros
vaciar el aire de los pulmones, y somos muy delgados. Jesús echa un
vistazo y va pasando, en seguida se da cuenta que el paso ha sido ensanchado.
Seguido vamos entrando todos, Marta, Estrella, Juan pablo, Israel, Jorge, que
fuerza una vez el paso y no lo consigue, pero vuelve hacia atrás y empieza a
sacar trastos de su bolsillo, esta vez sí, se arrastra como una culebra y logra
pasar.
Jorge en el Paso estrecho |
Y así todos entramos en lo que para mí es la galería más
bonita y conservada de la cavidad. O
era, porque el día que entré por ese paso tan estrecho, que exigía estar muy
delgado, descolocarse los hombros, ni hablar de girar la cabeza, y en esas
condiciones soltar aire de los pulmones. Lo que había dentro era de la más
auténtica blancura. Entrabas sin casco y eso quiere decir sin carburo, dentro
de la galería apenas había oxígeno,
debido a la poca corriente que había, y el suelo, pisado por muy muy poquitos,
apenas sin restos de arcilla, en el que relucían los cristales de los pequeños
gours.
Fotografía de archivo |
Ahora todo esto ha sufrido muchos cambios, el paso ha sido
ensanchado, lo que significa más corriente de aire. Esto lo hemos notado mucho,
la falta de oxígeno era presente nada más pasar, ahora puedes avanzar metros y
metros y notas una pequeña corriente. La galería empieza a perder su color tan blanco, y la pureza de sus formaciones, y esto sin fijarte en el suelo, antes blanco como
perla, ahora marrón chocolate.
Imagen del paso hace unos años |
De vuelta, nos dirigimos hacia la segunda salida, donde
queremos comer fuera. Una vez allí, se decide comer dentro, porque fuera hace
mucho frío.
Con la tripa llena, nos dirigimos hacia la primera salida
por donde habíamos entrado, llegamos al
pozo de la Sima del Perro, en donde
decidimos instalar una cuerda para bajar por su rampa. Esta rampa da acceso a
una sala inferior, con varias galerías. Tras subir por otra rampa y un resalte
de dos metros en un gran órgano, se llega
a una sala que comunica con la galería principal, merece la pena ver la sala
desde abajo ya que está llena de grandes formaciones.
Camino de vuelta, desinstalamos la cuerda, volvemos por la
galería y ya estamos fuera y de vuelta al coche.
Hay tiempo de sobra para tomar algo en uno de los bares del
pueblo. Ya que hacer la cueva no exige muchas horas, aun visitando todos sus
recovecos.
Rafa Coronado
Una pena lo que deterioramos los espeleólogos a nuestro paso por las cavidades. Es imposible por más cuidado que tengas, no deteriorar las zonas más sensibles. No digamos cuando la visitan los gamberros, espeleólogos o no.
ResponderEliminarPaco Cuesta
Algunas cosas son inevitables,otras muchas son innecesarias. Espero que valga de algo el artículo que estoy preparando
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