MAJADILLAS CON NOVATOS Y NO TAN NOVATOS

Comenzamos el verano con una visita de lo más improvisada. Esta vez, a instancias de nuestra compañera Amparo. Había reunido a su hijo y sobrinos (chavales jóvenes de unos 18, pero novatos en las cuevas) en casa y quería llevarlos a probar la espeleo que nos encanta. Además de tramitar las licencias necesarias para ellos, no dudé ni un minuto en apuntarnos con otros más pequeños, pero menos novatos: los peques del Club.

De este modo, nos juntamos unos pocos: Amparo y Carlos, Santiago, Olga, Marta, César, Carmen y yo, para llevar a Hector, Gloria, Arturo, Violeta, Tessa y Luca. También nos acompañó otro amigo, Enrique.

  

  

Bajamos a los peques con el grigri y una polea. Los más mayores también bajan asegurados por Marta, pero les damos un ocho para rapelar. El resto bajamos mayoritariamente con nuestro equipo de verticales, aunque dejamos instalada la escala para subir.

 

Hicimos el recorrido habitual hasta la sala del Tanque, aunque algunos como César, Santi y Arturo, decidieron recorrerse las gateras en lugar ir cómodamente a pie. Una vez en la sala del tanque decidimos continuar por las estrecheces que llevan al paso del Chumino y, finalmente, a la sala de la playa y de las Geodas. 

Decidimos ir todos juntos, pero con los más pequeños delante. Con ellos tiramos Irene, Carmen y César. Lo cierto es que resultan avanzar estupendamente y no tienen ningún miedo a las estrecheces. La verdad es que su pequeño tamaño facilita mucho las cosas... Los mayores también avanzan sin mayor problema.

La cosa se pone más complicada para los peques en la zona del meandro, puesto que las piernecitas cortas de violeta no siempre le permiten hacer la oposición correctamente. La ayudamos como podemos y conseguimos que no se moje nada a la ida y, solo un poco, a la vuelta. Tessa y Luca lo hacen fenomenal. Los mayores, sin problemas.

En la sala de las geodas tomamos un almuerzo y un descanso merecido, mientras que César y Santi deciden quitarse el mono y pasar el sifón. Como ya es un poco tarde, solo lo hacen por la experiencia y deciden no visitar la extensa cueva que todavía queda tras el mismo. Así pues, una vez realizada la travesura, se secan, se cambian y se preparan para volver. Los demás esperamos mientras vemos las figuritas y esculturas de barro que se localizan en una zona de esta sala.

      

El recorrido por los meandros y los pasos estrechos es ahora un poco más penoso por el cansancio, pero lo hacemos sin mayores dificultades y, una vez de regreso a la sala del tanque visitamos la sala del puente que les encanta, tomando las consabidas fotos. Aquí nos entretenemos un poco más, así que a la vuelta nadie quiere regresar por las gateras, jaja.

Una vez bajo el pozo de entrada comenzamos a subir haciendo uso de diferentes técnicas: a los peques los sube la fortachona de Marta sin más. A los jovenzuelos los aseguramos, pero nos ayudan subiendo por la escala. Los expertos usamos nuestro equipo de verticales.

                              

Una vez arriba, Santi tiene hasta un cenador para hacer sombra y disfrutar de  un buen avituallamiento. Ordenamos el material prestado por el Club y nos damos cuenta que falta un equipo... Nadie lo tiene. Solo queda una opción... ¡SE NOS HA QUEDADO DENTRO! Ni corto ni perezoso, Santi pone de nuevo la escala y baja a por él. Los habíamos dejado escondidos en la base del pozo para no llevarlos puestos durante la cavidad y se nos quedó uno a la vuelta...

Tras recoger la basura y todos los bártulos, ponemos rumbo a casa. Ha sido una experiencia muy chula y gratificante para todos. 


          

 


IRENE RAZOLA
























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