Del 9 agosto de 2017 al 13 agosto de 2017
Participantes: Esthela Sánchez, Rafael Coronado, Sergio Estríngana, Luis
Jordá y Marta Gutiérrez.
Fue por mayo cuando Luis Jordá nos habló de la campaña de Picos de
Europa. Se trataba de un proyecto que el grupo C.E.S Alfa llevaba a cabo
cada verano en dicha zona desde hace bastante tiempo.
A muchos de nosotros solo la idea de
visitar aquella maravilla paisajística ya nos llamaba la atención; y si ya
encima podíamos ayudar en la exploración y adentrarnos en alguna cueva, el plan
pintaba muy bien. Así pues, los interesados nos pusimos en contacto con Luis y
tratamos de coincidir el máximo número de gente y días posible para amortizar
bien el viaje.
De esta manera salimos un grupo de 4 (Rafa, Esthela, Sergio y yo) que
subiríamos 4 días al final de la campaña. Ese fin de semana se nos uniría
Jordá, que ya habría estado por allí con otros componentes de Abismo (Rebe y Dani).
Así fue como comenzó esta auténtica aventura. Salimos de Guadalajara
el miércoles
9, dormimos en un albergue con idea de coger el teleférico de las 9:00 en
Fuente De a la mañana siguiente; aunque como se nos pegaron las sábanas no lo
cogimos hasta las 11:00 aprox. Aun llevando lo imprescindible, cargábamos con
un macuto tan grande como nosotros.
Pasito a pasito conseguimos transportar los 20 kilos hasta el campamento,
que por suerte estaba mucho más cerca de lo que algunos esperábamos. Allí con
una gran sonrisa nos recibieron dos compañeros de C.E.S Alfa, Julián,
alias Julio, un joven de 18 años novato en el mundo subterráneo
pero que apunta buenas maneras; y Javi, el coordinador de la actividad y
presidente del club, con algunos años más. Tras enseñarnos el fascinante
campamento ubicado en el mejor sitio posible, montamos nuestra tienda y nos
pusimos cómodos. La comida corrió a cargo de Javi, y una vez cogido fuerzas
decidimos que esa primera tarde haríamos prospección.
Así pues GPS en mano salimos en búsqueda de posibles agujeros por si
teníamos la “suerte del primerizo” como dicen los de Alfa. De esta manera
conocimos la enorme zona de exploración que alberga alrededor
de 500 cavidades, con alguna de hasta 800 metros de
profundidad y quién sabe si algo más. Resituando las simas ya marcadas pero que
por razones de lógica y orden habían sido renombradas, empleamos unas 4 horas
de caminata por el lapiaz donde las calizas no solo agarraban bien sino que a más
de uno nos ha dejado marcas y desgastado el calzado.
Finalizamos la jornada con una rica cena acompañada de su merecida cerveza/
vino con casera a la par de buenas risas resultado del buen equipo que se iba
formando. Planeamos la actividad del día siguiente, ni más ni menos la cueva
helada de Altaiz; ya solo el nombre imponía. Nos documentamos
e informamos de cara al día siguiente y nos fuimos a dormir. Creo que esa noche
todos soñamos con cómo sería aquel fenómeno, para todos nuestra primera cueva
de hielo.
Comenzábamos el nuevo día, viernes 11 con muchas ganas y un gran desayuno
donde triunfaron las yayitas, casi Sergio no nos deja probar ni
una. Una vez terminado nos cargamos los equipos y pusimos camino a la boca de
la sima. Andando a tronchamata, cogiendo bastante desnivel y
dejando a nuestro paso cavidades realmente grandes, llegamos a nuestro destino.
La idea era que nuestros instaladores Rafa y Sergio guiados por las
indicaciones de Javi, ya que no llevábamos topografía; instalaran sin problema
la cueva que contaba con escasos 80 metros de profundidad; si no recuerdo mal y
que tenía poca complicación. Cuál es nuestra sorpresa que nos encontramos que
no se habían dejado mosquetones en las sacas de la entrada. Así pues, nos tocó
recolectar todos los mosquetones posibles que lleváramos de sobra o cualquier
material que se pudiera emplear. Conseguimos un total de 12 mosquetones y un
par de cintas planas que empleamos en la primera rampa. Esto nos obligó a
saltarnos algún anclaje, aunque no supuso ningún problema.
Con Sergio en cabeza y yo cerrando grupo, nos adentramos los 5 (Javi nos
llevó hasta el lugar pero posteriormente se fue en busca de nuevas
posibilidades) Julián un poco asustado porque ya estaba empezando a descubrir
cómo somos los del Club Abismo. Lo que viene a continuación fue algo asombroso,
jamás había visto yo nada parecido, bloques y paredes de un hielo azulado que
construía imponentes formaciones. A pesar de las rampas de hielo en esta cueva
no empleamos crampones y el frío no se hizo tan notable.
No tenía mucha
dificultad y nuestros instaladores nos lo pusieron muy fácil. Comenzaba con uno
pasamanos, seguido de varios pozos y una rampa que llegaba hasta el final dando
a una espectacular sala con un gran bloque de hielo que pudimos observas desde
varias perspectivas. Ya abajo se podía acceder a otras dos salas más pequeñas,
la primera con formaciones llamativas, más de una tocó nuestras lenguas; y la segunda con una gran
placa de hielo bajo nuestros pies que nos hacía sentirnos dentro de una
autentica película.
Tras unas fotos más que necesarias comenzamos el regreso. Esthela y yo nos
encargamos de desinstalar, para mí una auténtica experiencia ya que se trataba
de mi primera vez. Sin mucho problema llegamos arriba con el estómago rugiendo.
Una vez recogido todo, caminamos hacia el campamento para poder comernos el
bocadillo al sol disfrutando en todo momento de unas vistas espectaculares.
Con un tiempo increíble a eso de las 6-7
de la tarde llegamos al campamento donde nos pudimos dar una buena ducha de
agua fresquita y ponernos ropa limpia (al que le quedara) y estuvimos a la
espera de Javi quien no había regresado todavía. No tardó mucho aunque le toco
ducharse ya con sombra y algo de viento. Durante la cena intercambiamos las
impresiones sobre las actividades de la jornada y comentábamos la aventura que
tocaría al próximo día: Cabaña Verónica.
Refugio de Cabaña Verónica |
Nuevo día, sábado 12, donde se nos unieron nuestro compañero Luis Jordá junto al científico Manu Gómez. Ya de antemano se había decidido hacer la Cueva de Cabaña Verónica, pues todos comentaban que no podíamos irnos sin ver aquella majestuosa cavidad. Nos pusimos en marcha alrededor de las 11:00 am (hora muy abismera). Nos esperaba una aproximación bastante dura, unas dos horas de subidas y bajadas por un terreno algo caótico y cada uno cargando con un peso considerable. Nuestra primera parada fue el refugio de Cabaña Verónica, donde disfrutamos de unas refrescantes bebidas. Habíamos hecho la parte más sencilla pero quedaba una bajada con bastante pendiente por el lapiaz hasta llegar a la boca de la sima.
El día anterior desde la entrada a Altaiz teníamos en frente la pared que
descendíamos hoy; con 3 grandes agujeros donde el último se correspondía a
nuestra entrada. Esto lo comento por cómo me sorprendió las distintas
perspectivas y lo relativo que resultan las distancias en Picos.
Aunque la entrada era amplia nos tuvimos que equipar en poco espacio. Desde la
entrada nuestros ojos alcanzaban a ver una gran lengua de nieve que ya daba
señales de que dentro haría frió. En esta ocasión Luis abría el grupo seguido
de Rafa, Manu, Esthela, Yo, Julián y Sergio. La cueva consistía en una primera
bajada hasta la larga lengua de nieve con diversos agujeros por donde se colaba
alguna vez la saca; hasta llegar a un pozo en volado que desembocaba en una
nueva rampa; esta vez de hielo, que nos obligó a parar y ponernos los
crampones.
Aprovechamos la parada para unas cuantas fotos y nuestros
instaladores nos pidieron a Esthela y a mí que contáramos los metros de cuerda
que llevábamos; ya que las cuerdas estaban sin marcar y no queríamos quedarnos
sin cuerda para el último pozo. Esto nos llevó un tiempo pues las cuerdas
estaban llenas de nudos difíciles de deshacer. Aquí Julián nos sorprendió
pudiendo quitar algunos realmente difíciles.
Continuamos nuestro camino por una rampa que se podía bajar casi sin
engancharte, hasta llegar a una repisa con un nuevo pozo que nos llevaba
hasta la bifurcación. Primero tiramos a mano derecha donde tras una
larga y bonita rampa dábamos con una gran sala helada, tanto paredes como
suelo. Esto no suponía ningún problema para los que llevábamos crampones, pero
Julián que había entrado sin ellos y que no se podía quedar sin ver aquello,
fue cogido por Luis y Manu, uno por cada hombro, como si fuera un muñeco.
La sala era espectacular, no pudimos evitar sacar la cámara. En dicha sala
nuestro científico recogió un bicho que había quedado en el bote
preparado para ello, para su posterior análisis. Al fondo junto a unas
preciosas formaciones de hielo teníamos un nuevo pozo de unos 10 metros que no
descendimos ya que ni era nuestro objetivo ni había mucho que ver según nos
dijeron. Pasado un tiempo relevante y después de hacer bastante el tonto, que
se nos da muy bien; regresamos a la bifurcación. Aquí empezaba la
desinstalación a la que no solo me ofrecí sino exigí llevar a cabo para poder
coger experiencia y ayudar a mi equipo.
Una vez visitada la sima tocaba hacer el trabajo, nuestro objetivo era
llegar a un pozo de unos 40 metros que no se bajaba desde el 2004, según
recuerdo; porque el hielo lo tenía obstruido pero que este año gracias al
deshielo en Picos (o por desgracia) se había vuelto a abrir. Así pues, en la
bifurcación tiramos esta vez a mano izquierda. Aquí tuvimos una larga espera
donde el frió se hacía demasiado notable y por no estar incómodos sacamos el
gel de etanol y la manta térmica y entramos un poquito en calor.
Tocaba andar un poco por nieve hasta dar con un nuevo pozo. De ahí quedaba llegar a una repisa enorme de hielo que tenia los anclajes en la pared con un fraccionamiento algo complejo. Éste llevaba a otro pozo cuyo final era de piedra sin hielo. La temperatura era algo más alta y se agradecía, aquí nos desprendimos de los crampones ya que intuíamos que para la bajada no nos serían necesarios.
Tocaba andar un poco por nieve hasta dar con un nuevo pozo. De ahí quedaba llegar a una repisa enorme de hielo que tenia los anclajes en la pared con un fraccionamiento algo complejo. Éste llevaba a otro pozo cuyo final era de piedra sin hielo. La temperatura era algo más alta y se agradecía, aquí nos desprendimos de los crampones ya que intuíamos que para la bajada no nos serían necesarios.
Tirando a mano derecha por un caos de bloques dabamos con la única zona
estrecha de la cueva. Y tras ello llegábamos al famoso pozo de 40. Cuando
llegue yo ya esta Luis dándole caña a la instalación, que al parecer tenía unos
cuantos años. Cual es nuestra sorpresa que al hacer algo de fuerza descubrimos
que se salen los parabolt de la pared. Por razón lógica decidimos no bajar por
allí. Examinamos el resto de la pared pero no nos convencía y los expertos
valoraron que no era la mejor idea hacer la nueva instalación en la misma
pared.
Aquí es cuando se nos ocurre mirar la hora descubrimos que ya eran las 19:00, ¡qué rápido pasa el tiempo cuando estas disfrutando!; y que si instalábamos todo de nuevas teníamos unas cuantas horas de trabajo, más toda la subida. Nos costó mucho decidir no continuar, sobre todo a Manu que no podía esconder sus ganas de ver las maravillas que había abajo; a solo 40 metros de nosotros y que se nos escapaba de las manos. Nos consolamos teniendo la excusa de regresar el año que viene con más ganas todavía.
Aquí es cuando se nos ocurre mirar la hora descubrimos que ya eran las 19:00, ¡qué rápido pasa el tiempo cuando estas disfrutando!; y que si instalábamos todo de nuevas teníamos unas cuantas horas de trabajo, más toda la subida. Nos costó mucho decidir no continuar, sobre todo a Manu que no podía esconder sus ganas de ver las maravillas que había abajo; a solo 40 metros de nosotros y que se nos escapaba de las manos. Nos consolamos teniendo la excusa de regresar el año que viene con más ganas todavía.
Antes de iniciar el regreso comimos algo, más para coger fuerzas que por
hambre; y buscamos en la pared de enfrente la posibilidad de hacer la
instalación ya que la roca tenia mejor pinta. Así, Sergio dejó puestos dos
parabolts para próximos años. Finalizada la tarea volvemos sobre nuestros
pasos, crampones de nuevo en los pies y muchas fuerzas para la subida.
Lo siguiente para mí fue una experiencia personal increíble sobre lo que no
quiero enrollarme mucho pero si agradecer a mi equipo la confianza y la
oportunidad de desinstalarme la cueva entera. Si ya me gustaba este deporte,
ahora lo admiro todavía más. Sobre todo dejo grabada en mi cabeza la imagen de
mirar a mis espaldas (siendo la última) y poder disfrutar de la más profunda
oscuridad y el más absoluto silencio. No puedo definir la sensación, pero creo
que más de un espeleólogo se sentirá identificado conmigo y estará de acuerdo
con que es algo único y mágico esto del mundo subterráneo.
Con una sonrisa en la cara conseguimos salir a la calle, ya casi sin luz; y
sin quitarnos el traje de faena ponemos rumbo al campamento. De la misma manera
que a la ida, ascendimos primero hasta Cabaña Verónica donde repetimos eso de
tomar algo aunque fuera simplemente por la excusa de hacer una parada algo más
larga, ya que la subida fue realmente agotadora. Con los frontales encendidos y
con un espectacular techo de estrellas, continuamos nuestro camino. Por el
trayecto mirábamos al cielo pues se trataba de la noche de las lágrimas
de san Lorenzo; no se si mis compañeros consiguieron ver alguna estrella
fugaz, no fue mi caso. A buen ritmo y esquivando arañas (casi tarántulas) por
el camino llegamos derrotados. Cenita y a la cama.
Última jornada, domingo
13; se acabó lo bueno. Madrugamos relativamente pues tocaba recoger y
desmontar todo el campamento. Colaborando todos no tardamos mucho y quedó todo
hecho justo a la llegada del Land Rover. Ni os imagináis qué cara de felicidad
se me quedó al saber que el "cochecito" nos hacia el favor de bajar
nuestros macutos hasta Fuente De. Nos despedimos de Manu arriba que aún tenía
tareas pendientes junto a otros compañeros que llegaron esa mañana; y el resto
volvimos a coger el teleférico con nada de ganas de irnos de aquel idílico
lugar. Cerramos el día comiendo y tomándonos una refrescante cerveza. Nos
despedimos de Luis, Javi y Julián; no sin antes prometer que haríamos alguna
cosa durante el año por el centro para enseñarles nuestra zona; y pusimos rumbo
a Guadalajara.
Pocas palabras tengo para dar las gracias a todo el que está detrás de este
increíble proyecto. Incito a tod@s a probar esta experiencia el año que viene,
no se qué harán mis compañeros pero yo esto otro año no me lo pierdo. Hasta
pronto amigos.
Marta Gutiérrez Alonso.
Por cierto, si ves los vídeos del anterior articulo “Los polos: testigo y motor del cambio climático”, entenderás el motivo de que se vea el hielo de color azul.
ResponderEliminarMuy buena. Gracias compañera!
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