Esta vez sería diferente. Esta vez iría el primero mostrando
el camino. Y eso significaba hacer mis
primeras instalaciones públicas, aquellas de las que colgarían también los demás.
Estaba inquieto, claro, pero confiado. Además, tendría ayuda.
Boca de entrada |
Un año después de la primera visita, con motivo del curso de
este año, volvíamos a Cantabria, volvíamos a Cuevamur. El grupo estaba formado
por Rebeca, Manu, Arancha, Paco, Nacho, Nuria, Isma y el que suscribe.
Laminador |
Los recuerdos sobre la cueva se difuminaban en el tiempo.
Quizás dos por encima de todos, la Gran Sima y el paso estrecho de los Retales.
Por lo tanto, todo tenía un encanto exploratorio. Con todo, iniciamos la bonita
aproximación a la grande y pequeña entrada de la cueva. Entraríamos en 2 grupos
para darnos un poco de margen.
Pasamanos |
Para empezar, teníamos el primer pasamanos, donde la
principal dificultad tenía que ver con el barrillo de las paredes, el cual
impedía un sólido avance. El resbalón en
esta zona es inevitable, y es probable que compruebes la seguridad del
pasamanos. Así, llegados al primer descenso, decidimos no hacer una nueva
instalación al ver que la que estaba,
cuerdas incluidas nos valía. Proseguimos el pasamanos hasta llegar al primer
laminador. Aquí no me acordaba de su longitud, y de lo que suponía arrastrar
las sacas por él. Pero esto era la ida, la vuelta sería peor. En todo caso,
aquí mi pensamiento se cernía sobre la Gran Sima, allá donde tendría que poner
toda mi atención.
Bajada a la Gran Sala |
Rebeca y yo llegamos primero a la sala principal. Allí comencé
mi instalación. Las chapas fueron atornilladas y colocadas según manual, lo
mismo los mosquetones. Luego el “Mickey” para el nudo. Después de varias
pruebas de tensión, con el visto bueno de mi profe, para abajo tiramos los más de 30 m. Este
descenso se caracteriza por el barrillo que envuelve sus paredes, y que también
hacen difícil no pegar algún resbalón. Una vez abajo, era el momento de
disfrutar el espectáculo de la sima. Las luces esparcidas de los compañeros
mostraban la magnitud de la bóveda, las formas, e incluso los colores del
lugar.
Sala del Lapicero |
Una vez reunidos los primeros abajo, iniciamos la subida a la
segunda plataforma. Aquí las huellas marcadas como si se trataran de pasos
tallados en nieve dura permitían subir con soltura en un terreno también muy resbaladizo. A continuación
proseguimos con la sala del campamento y la sala de la cascada. Aquí los
espeleotemas son diversos y numerosos, algunos muy deteriorados por el paso y
atrevimiento de la gente. En esta zona
tomamos un primer almuerzo esperando al resto del personal. Seguimos avanzando
hasta la sala de los Meandros, una de las partes más excelsas de Cuevamur. Aquí
el brillo, color y forma de los espeleotemas sobrecoge al más indiferente.
Estalagmitas, estalactitas, excéntricas, banderas, etc. de mil formas jalonan
el camino en esta zona. Mientras el grupo se deleitaba y hacía fotos a doquier,
aproveché para explorar y encontrar el paso de los retales. El año pasado no
nos resultó fácil encontrarlo. Esta vez hubo más suerte.
Paso de los Retales |
Y aquí estábamos de nuevo. En esta ocasión no podía esperar
a ver como lo hacía el personal, tenía que ir primero imaginando posturas y
torsiones imposibles. Cierto es que esta vez me pareció menos claustrofóbico,
aunque igual de divertido y doloroso. De todos modos me quité mucho material de
encima antes de pasar.
Excéntricas |
Una vez que todo el grupo terminó con el circo de los
Retales, entramos en el pasadizo que da lugar a la Sala de los Cristales. Este
pasadizo, de cuyo nombre no me acuerdo, es una diaclasa espectacular que
muestra el paso del agua en tipos pretéritos. Y no menos espectacular resulta
la Sala de los Cristales. Aquí tuve varios intentos para encontrar el pasamanos
que conecta con la Gran Sima. Esta vez no acerté, y fueron otros los avispados.
Esta sala se abre en numerosas galerías laterales que te pueden liar un poco,
eso unido a los hitos que se colocan, a veces sin un sentido lógico. En todo
caso, si te fijas bien en lo pisado del camino encuentras el recorrido
principal.
Este segundo laminador, mucho más atractivo que el primero,
resulta más doloroso por las protuberancias del suelo. Aquí la técnica es
variada. La técnica del gusano, del lagarto, de la ruleta, del escarabajo, en
fin, todas las que se puedan imaginar para no llegar con menos magulladuras de
las necesarias.
Una vez desinstalada la Gran Sima, estábamos de vuelta por
los pasamanos del inicio y el primer laminador. La salida fue divertida,
escuchando los tarareos de Nacho y Nuria, mientras pensaba en el buen rato que
habíamos pasado.
Je, je... a esas protuberancias del suelo es lo que solemos llamar "uy-uy-uis" ¿por qué será?. Estupenda crónica, me gusta tu estilo, colega. No obstante, ¿con esos pasos estrechos, laminadores, uy-uy-uis y demás, y queréis que suba para allá a ver esas cuevas...? Promete, promete, habrá que subir algún día.
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