A principios de semana había comentado con Bego y Paco del GAEM que se iban a Valporquero el finde, y el jueves pensé "¡qué diablos! Ya descansaré cuando me muera". Así que, al día siguiente a última hora estábamos Nero y yo en Vegacervera, en La Cocinona, marcándonos una de cecina ¡pero qué buena ésta...! ¡Y cuánta gente del GAEM de barrancos!
Para dormir nos distribuimos entre el camping, furgo-coche en el aparcamiento o suelo en el mismo aparcamiento, hubo gente para todas las opciones.
Al día siguiente había 3 posibilidades: el curso de aguas de Valporquero, otros bajamos por el Sil de las Perlas y continuábamos por el curso de aguas -ambos grupos saliendo por La Covona- y una tercera opción se fueron a hacer una marcha en el exterior y muchas fotos.
En la entrada por la turística no es necesario pagar si vas a hacer el barranco, tan solo piden la licencia de espeleo.
Por Perlas nos aventuramos Pedrito, Peña, Irene, Carlos, Lombar, Bego, Paco (todos del GAEM) y Montse (Abismo). Salimos desde el aparcamiento a mano izquierda, a mitad de la bajada hacia la entrada turística. Allí se quedó Nero, en una sombrita, echándose la siesta.
El grupo de la marcha fue el encargado de hacer las fotos correspondientes.
Los de Perlas para entrar tuvimos que esperar a un grupo de Katiuskas que llevábamos por delante, de "sólo" 11, aunque después de entonces no los volvimos a ver hasta los coches.
Según esperábamos llegó otro grupo de 5, con el que charlamos también un buen rato, y a los que sí vimos a menudo durante todo el descenso. Tan animados estábamos entre unos y otros que despistamos cuerda, y no nos dimos cuenta hasta ir a montar el primer tramo tras el lago, ya desmontados los 25 metros de la sala. Volvimos por si el grupo siguiente todavía podía retroceder a por ella, pero pillamos al último de ellos sobre la cuerda ya bajando la sala. Por suerte se había calculado cuerda de más, y entre esto y que este grupo nos dejó una mientras bajábamos, la de "porsiaca", fuimos descendiendo.
Se juntaron los primeros dos rápeles tras el lago en uno solo, de 17 y 11, lo que nos hizo que se atascara un poco la cuerda al tirar de ella. Ahí estuvo Paco para resolver el asunto en menos de lo que canta un gallo. Seguimos bajando hasta el curso de aguas y allí nos reagrupamos, y al menos en mi caso, cambiar el stop por el piraña. Y doblar cuerda.
Seguimos el curso de aguas, de pocas aguas, hasta la M. Mucha risa, poca prisa. El sifón, a mí me han dicho que existe, pero yo todavía no lo conozco... en esta ocasión tampoco. Llegamos a la Covona (¡calorcitoooo! después de la rasca que corre en la M) y todavía nos quedan 2 rápeles en el exterior, de 25 y 20 respectivamente, que no desmerecen en absoluto al interior de la cueva.
Para cruzar el río Torío, antes de llegar a los coches, no nos cubría ni la rodilla. Poca agua queda hasta que vuelva a llover.
Ya sobre la carretera nos volvimos a encontrar a la prole del Katiuskas. Y Luisillo también vino a vernos, aparcó el coche, y no hubo manera de que aquello volviera a arrancar: a tirones, empujando, con cables... total, que al día siguiente le dijimos adiós mientras se lo llevaba la grúa, para devolverlo en camión en algún momento de la semana. Supongo que a estas alturas ya lo habrá recuperado, o por lo menos sabrá ya de cuánto es el susto del taller...
Al día siguiente, bañito en aguas "termales", helados y yogures de coladilla, y doble ración de cecina, para ir reponiendo sales. Bueno, ya las empezamos a reponer la noche anterior.
Y para casa, con la noble sensación del deber cumplido... Nero se pregunta que para cuándo el siguiente, que le encantó la morcilla patatera.
Fotos cortesía de Milagros Madrid y Francisco García
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