Cueva de las Majadillas - Abril de 2015

Con la excusa de completar sus prácticas para el curso de TD1 en espeleo y también para que algunos novatos como yo pudiéramos hacer algo de espeleo, Jesús convocó una salida a la popular cueva de Las Majadillas en Sacecorbo.


Tras hacer las gestiones pertinentes con el alcalde, conseguimos permiso para entrar en la cavidad el 25 de abril, no sin antes ser avisados de que un numeroso grupo de universitarios/as compartiría el inframundo con nosotros. Mientras algunos se lamentaban de que fuésemos a ser tanta gente en la cueva, otros tenían un buen cachondeíto con el tema por el grupo de whatsapp.

Salimos del club a las 8:30 y, tras la reglamentaria parada en la gasolinera del 103, llegamos a Cifuentes en no menos que tres coches Jesús, Estrella, Isra y yo. Allí recogimos a Montse y a Paco Toquero, nos reagrupamos en los coches y nos encaminamos a la cueva tras pasar por el bar a coger las llaves que aún estaban allí (¡somos los primeros!).

En la entrada de la cueva, junto a la verja, la preparación es algo lenta. Aparte de los víveres, los botiquines, el agua y otras cosas habituales, empaquetamos unos cuantos neoprenos porque la idea es intentar pegarnos un remojón y pasar el sifón si es que el paso no está completamente lleno de agua.
Jesús y Estrella, que están oficialmente de prácticas, instalan la cuerda de bajada. Por primera vez aprendo a hacer una llave de bloqueo para comenzar el descenso del pozo de entrada que es corto, tan solo unos 8 m.

Entre tanto, ya han llegado los universitarios, así que nos apresuramos para que luego no se tapone el famoso Paso del Chumino con el parto múltiple. Para movernos con más facilidad dejamos los equipos escondidos, pero ligeros no vamos, ya que los neoprenos en las sacas pesan un rato. Antes de llegar a la Sala del Tanque nos detenemos Isra, Montse y yo a embarrarnos en un laminador que no lleva a ninguna parte y también curioseamos por otras salas.




Unos ganchitos y algo de picar y seguimos camino del sifón. Pasamos el Chumino sin mayor problema y llegamos a la Playa. Allí dejamos las sacas y nos dirigimos a inspeccionar el sifón, a ver cómo está. La verdad es que queda poco espacio aéreo en la estrechez, pero lo suficiente para sacar la naricilla, así que nos decidimos a pasar.

Volvemos a cambiarnos y lo de enfundarse el neopreno es un horror. Paco Toquero e Isra deciden quedarse fuera y comer tranquilamente. Prometemos no hacerles esperar más de media hora. Mmmm… Tendríamos que haber cruzado los dedos por la espalda, ya que al final, la aventura se alargó un poco más de la cuenta.

Con Montse a la cabeza y tras habernos remojado un poco para que el contraste térmico no fuese tan fuerte, atravesamos el sifón. 



Algunos de los universitarios más intrépidos se nos habían adelantado, si bien, como no tenían equipo y no querían mojarse los monos, estaban en calzoncillos y botas de agua, a pelo por las gateras y barrizales, ¡¡olé ahí!! Como no llevan mapa, nos siguen detrás. Pasamos la cascada y seguimos explorando todas las posibilidades que vemos. La cueva continúa, cada vez con más barro, y tras varias bifurcaciones llegamos a un punto en el que no hay nada más. A la vuelta miramos por aquí y por allá, pero acabamos en el mismo punto. Los universitarios han salido antes y, por lo que se ve, no han tenido problemas, pero a nosotros nos cuesta más. Jesús y Estrella se van a indagar la forma más corta de volver a terreno conocido, mientras Montse y yo nos quedamos descansando en lo alto de una gran rampa de barro, a oscuras.

Tras un buen rato vuelven sin éxito. Ya un poco obsesionados con la deshidratación, nos ponemos todos en busca de la salida siguiendo las pistas que nos da el ruido del agua del río. Finalmente trepamos un resalte y encontramos una gran flecha de barro que ya habíamos visto al venir. ¡Salvados! En cuanto damos con el curso de agua todos bebemos un poco para quitarnos la obsesión de que la deshidratación nos está pasando factura, pero ya estamos a dos pasos del sifón y en seguida llegamos. Lo pasamos y nos aclaramos el neopreno en las pozas que hay.

Ahora toca cambiarse de nuevo y comer. Entre unas cosas y otras me he quedado helada. Paco e Isra también están un poco hartos de esperar (normal…), así que decidimos reemprender la marcha. Hacemos el camino de vuelta por la gatera. Después de 8 horas y pico de cueva se me hace un horror empujar la saca.

Algunos de los universitarios que habían olvidado su casco han pasado ahora para ver algunas salas y por ello, cuando llegamos al pozo de entrada, aún está instalada su escala y una polea gracias a la que subimos las sacas. Unos por la cuerda y otros por la escala vamos saliendo afuera.


Mientras nos cambiamos sacamos unas cerves, un vinillo, un poquito de fuet… Hay que asearse y reponer fuerzas ya que la mayoría tenemos planes extra para el día siguiente. La verdad es que ha sido más paliza de lo esperado, pero lo hemos pasado muy bien. Para mí, la tercera cueva más o menos “larga”. Para otros, una vuelta de tuerca más a la archiconocida cueva de Las Majadillas y una jornada de prácticas para su título de Técnico. En fin, un día satisfactorio en una compañía inmejorable. ¡Muchas gracias!

P.D. Las fotos no son de esta aventura, sino de otras anteriores. ¡Vaya cabeza! ¡Se nos olvidó meter la cámara!

Comentarios

  1. Esta crónica ha entrado en el año por los pelos.
    Qué bien que al final te decidieras a publicarla, es nuestro archivo de las actividades que hacemos a lo largo del año.

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