22 de julio de 2016
PARTICIPANTES: Jesús Fernández,
Sergio Estríngana, Irene Razola, Arturo Navarro, Jesús Parrilla y Paco Cuesta.
Allí estaba otra vez al cabo de
20 años en la boca de entrada a la travesía de Tonio-Cañuela y con un número
bastante inferior de abismeros que en la otra ocasión. La idea de esta
actividad partió de Alfonso de Espeleo Minas pero al final no ha podido venir
ninguno de ellos.
Esta vez con una aproximación
mucho más suave y por la otra vertiente de este monte. Antes había que partir
de Socueva, subir una barranquera con mucha pendiente y luego andar hasta la
boca, esto suponía una aproximación de algo más de dos horas. Ahora hay que ir
por una pista asfaltada que sale un poco más allá de Bustablado y una vez que
aparcas los vehículos y te cambias a modo espeleo, se va por un camino de
tierra que en unos 20 minutos te lleva hasta una cabaña que está muy cerca de
la boca de entrada de Tonio.
Empezó instalando Sergio, que
sigue con su tónica habitual de calma a pesar de ser esta su primera
instalación en travesía, ósea recuperando cuerda. Allí estaba metido en ese
pequeño agujerucho que para nada te hace pensar que vas a bajar 282 m de pozos
prácticamente enlazados hasta llegar a la sala Guillaume.
Poco a poco íbamos entrando todos
los del grupo. Lo primero que notas es la fuerte corriente que sale de la sima,
justo nada más entrar donde se estrecha el pozo de 15. Llegamos a una pequeña
base de pozo donde se enlazan otro de 18 y de 9, antes de llegar al de 48. A
pesar de la corriente de aire de este primer pozo, alberga una pequeña colonia
de arañas.
Bajar el pozo de 48 ya no es lo
que era, ahora llegas a un pasamanos que te deja en tierra firme. Aún tengo en
mi memoria el enredado de cuerda y cordino que se nos montó hace 20 años, sin
este pasamanos no había posibilidad de recuperar la cuerda en vertical, había
que hacerlo desde la repisa del pozo. Ahora desde el comienzo del pasamanos, el
último que baja puede recuperar la cuerda en vertical.
Tras pasar un pequeño resalte y
bajar un P 10, llegamos a la temida diaclasa que hay que bajarla en vertical.
Es el punto más temido pero que luego no es para tanto. Tengo que decir de
todos modos que hubo un momento que el croll se me pegó entre la pared y mi
pecho y me vino el recuerdo de lo que le pasó a Miguel años atrás. El se quedó
atorado un buen rato por este motivo y lo pasó francamente mal, por suerte yo
conseguí colocar el talón en un pequeño saliente para poder subir un par de
centímetros que me desbloqueó de esa situación. Lo peor de este paso es la jodienda
de la saca, que hay que ir dándola patadas hacia atrás para que vaya por el
camino correcto y no se enganche o peor aún, que se encaje y no te deje paso.
Este pozo-diaclasa hay que bajarlo con el descendedor colocado en el cabo
largo, pues no hay espacio suficiente entre tu cuerpo y la pared para poder apretar
el gatillo de este.
Después de un par de pequeños
pozos enlazados, llegamos al P55, donde antaño había que hacer un pequeño
péndulo para llegar a la pared de enfrente de la que bajas. Este pozo y los
siguientes los instaló Irene y Sergio se quedó el último de la fila para
recuperar cuerda.
Bajamos los pozos de 5, 6 y 33 m,
en este último se nos rizó la cuerda con el cordino y Sergio le echó eso que se
dice de los huevos, muchos….. Se subió hasta un desviador y desde ahí consiguió
desenredar la cuerda del cordino, pero para eso tuvo que quedarse durante el
proceso, colgado solo de ese anclaje. Para toda esta maniobra, le ayudó Jesús
parrilla, que ya se le ve que a esto de la espeleo le va cogiendo el
tranquillo.
Una vez resuelto el problemilla
bajamos el siguiente pozo de 15 m y en el de 18 se le olvido quitar el
mosquetón de seguridad y vuelta a subir para quitarlo.
Ya estábamos llegando casi al final, solo un
pozo de 22 para adentrarnos en el pequeño meandro (que corre el aire que se las
pela) que da acceso a lo alto de la majestuosa Sala Oliver Guillaume, ya en la
Cueva de Cañuela. La verdad es que es impresionante, tanto la bajada como la
vista de ese impresionante pedriscal.
No me puedo olvidar de la gran
labor de reequipamiento que han hecho los grupos Cántabros para que esta
travesía se pueda hacer con mayor seguridad y tampoco me olvido del grupo Viana
de Guadalajara, que también ayudaron en
esta reequipación. Chapó a todos ellos.
El cansancio va haciendo mella,
pues la noche anterior no dormí del todo bien y aún queda un rato para llegar a
la salida. El primer reto es bajar por el caos de grandes bloques de esta sala
de 350 m y un desnivel de más de 100 m, subiendo o pasando por debajo de los
bloques y buscando el mejor camino posible para llegar a la Antesala. En esta
ya empezamos a ver las primeras formaciones en forma de de estalactitas
gigantes y con forma de sierra.
Irene, mirando la topo una y otra
vez nos va guiando y relatando el camino. El sonido del agua del río, que más
tarde cruzaremos por una zona arenosa y a través de un puente de roca. El rio
se desfonda unos 20 m. Más adelante subimos por un cuerda llegando a una
galería de techo bajo y llena de formaciones. Pasamos la Galería del Patinazo
hasta llegar a la temida Encrucijada, pues aquí es donde los grupos se pierden.
Hay que subir de frente, además ahora hay una cuerda que te ayuda a subir. Más adelante
dimos unas pocas vueltas hasta que Jesús Fernández encontró la cuerda de bajada
que da acceso al Cañón Oeste.
Poco a poco fuimos bajando esta
cuerda y a pocos metros nos encontramos con el largo pasamanos de 30 m. y donde
se empieza a ver la luz de la calle, por suerte es verano y son las 9 de la
tarde. Una imagen espectacular, la gran boca de entrada de la Cueva Cañuela
pero vista desde su interior.
Una vez todos juntos, comenzamos
la bajada hacia los vehículos. Una rampa llena de hierba por la que unas veces andando
como puedes y otras tirándote al suelo y bajando como si fuese un tobogán,
vamos avanzando hasta que hay que girar a la izquierda y nunca dejar el camino.
Nosotros vimos una pradera y nos dirigimos hacia ella para intentar cruzar el
río (a Jesús le gusta el “trochomocho”, también lo intentó al día siguiente
para subir a Fresca, pero no nos convenció). Un gran error pues nos metimos en
un zarzal y en algunos lugares la vegetación nos sobrepasaba la altura de la
cabeza. Ahora no soy el único que va cansado, otros empiezan a sentirlo en sus
cuerpos. Nos acordamos de todos los dioses del universo, pues empezaban a caer
las primeras gotas de lluvia con lo que el tema se iba a poner peor. Por
suerte, conseguimos llegar hasta el margen del río por una zona un poco más
limpia de matojos y lo cruzamos como pudimos.
Llegamos a los coches justo
cuando empezaba a llover de lo lindo. Unos se quedaron resguardados en una
casucha mientras que Irene, Arturo y yo íbamos a por los coches. Se hace largo
el camino de ida y vuelta, sobre todo por que llovía torrencialmente.
Ya en el albergue nos encontramos
con todos los abismeros que habían ido llegando ese día. Ellos con una marcha
impresionante y bebiendo cervezas, nosotros con cara de cansancio y ganas de
cenar.
Una buena travesía que aconsejo,
pero sobre todo animo a visitar únicamente la Cueva de Cañuela que es
espectacular y que el ritmo que impone la travesía no te da tiempo a poder
visitarla con tranquilidad y recorrer esas otras salas que quedan al margen.
Buen estreno de cavidades cántabras
para Jesús Parrilla, que hace tan solo un mes ha participado del Curso de
Iniciación y dar las gracias a Irene y Sergio que con la ayuda de Jesús Fernández,
instalaron todos los pozos para que los demás disfrutásemos. Chapó por ellos.
Paco Cuesta
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