Sistema de El Gándara

Como el pasado puente de Mayo, nos quedamos con un buen sabor de boca por todo lo que se hizo, decidimos repetir la experiencia y regresar a Cantabria. El grupo lo formábamos: J.Foguer, José Luís (amigo de J.Foguer), Paco Pintor, Nicolay y yo (Miguel).
Sábado 21 Junio
A eso de la 10 de la mañana, ya estábamos todos preparados para entrar en la boca de la Gándara. El plan a seguir era muy sencillo, llegar hasta el mismo punto que en la vez anterior y continuar por donde se pudiese, o por donde nos dejase la cavidad, intentando, eso sí, mantener siempre una dirección de recorrido predominante hacia el oeste-suroeste, que es la que en su conjunto domina en el Sistema de la Gándara. Así pues, progresamos muy bien por todas las galerías, pasamanos, pozos y disfrutando como siempre de todo lo que nos rodeaba. Alcanzado el meandro donde nos volvimos el pasado puente, continuamos en dirección oeste, localizando varios cruces.

En uno de ellos oímos muy claramente el estruendo del agua.La sorpresa fue, cuando dirigiéndonos hacia el agua, llegamos a una sala donde se veía una cascada de al menos 40 metros de altura. Más adelante continuamos por unas galerías, donde se presenciaban en algunos rincones, cristalizaciones fibrosas que tapizaban el suelo. Después seguimos hasta alcanzar una pequeña cornisa de unos 5 m., y que cuando la destrepamos, comunicaba con el meandro inicial. Desde la misma cornisa continuando recto progresamos por varias galerías, observando todos los cruces y escudriñando cualquier rincón. El retorno fue tranquilo pero sin pausa. Ya en el exterior, todavía con luz, vimos una puesta de sol muy espectacular. Cenita y al sobre.


Domingo 22 de Junio
Este día, tocaba una combinada. Un poco de pateo desde el Portillo de la Lunada, con intención de buscar la Cueva de las Fuentes de Bustalveinte y la Cueva de Calígrafos. Después de unos titubeos de donde podían estar, llegamos a la Cueva de las Fuentes de Bustalveinte. Ahora tocaba un poquito de Espeleo. Nos metimos en el interior de la cueva, siempre guiada por hitos, y por puntos topográficos. Nos movíamos por galerías algo pequeñas, que te obligaba a ir siempre encorvado, y con algo de barro, que provocaron algún que otro resbalón. También nos acampanaba en todo momento el curso del agua. Observamos fósiles curiosos y cristalizaciones “espumiformes” que cubrían el suelo. En esa ocasión llevábamos una dirección E-NE. Tras recorrer la cueva durante una media hora, nos dimos la vuelta.
Llegamos al coche, comimos algo y de retorno a casa.

Miguel A. Sanz

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